jueves, 6 de noviembre de 2014

La derrota es lo más interesante del partido

El triunfo suele hacer ruido, la derrota es el silencio del fútbol. Y esta parte de los partidos suele dar de sí actitudes muy interesantes a las que conviene prestar atención si uno de veras quiere entender qué es el fútbol. A nosotros, los barcelonistas, la derrota ante el Real Madrid, que fue terminante y justa, como un ajuste de cuentas de la razón contra el delirio, nos dejó el alma helada, y cada uno hizo lo posible por arreglarse esa zona del humor hasta ponerla en el justo olvido.


No se puede olvidar, sin embargo; el aficionado que trata de olvidar una derrota está condenado a recordarla siempre, y ésta es muy dura como para olvidarla del todo. En primer lugar, por lo que digo: fue justa y terminante. Esto es peor que perder, perder justamente; el Barcelona bajó los brazos como si estuviera perdido de antemano, jugó sin convicción (en la segunda parte) y dilapidó como quien olvida su honor la renta exigua del principio.


Así pues, jugó como si delirara, mientras que el Madrid, grande y poderoso, como aquel Madrid que nos asustaba en la adolescencia, manejado por Gento y Di Stéfano, de pronto lo barrió del mapa y esa señal apareció en los rostros de los futbolistas como si fueran niños suspendidos al borde de la vacaciones de verano. Cuando acabó el encuentro esas caras no eran tan sólo las de los futbolistas: eran las de los aficionados que estábamos en casa, luchando por superar la depresión con los ansiolíticos de la esperanza: ya verás como en el próximo partido… En concreto, este aficionado que les escribe deglutió la amarga sensación de vencido con la escritura sobre el partido, que es un recurso psicoanalítico que tiene la virtud de un lenitivo, pero que no sirve para siempre. La herida estaba ahí, y el cuerpo y el alma se alistaron en el lado de los que esperan que después amaine la tormenta.


Y la tormenta vino de Vigo; el Celta armó un partido decente y realista, mientras que el Barça se encomendó al genio y al sueño, y los sueños, cuando no se pasan bien, o cuando no está de pasar lo que tendría que pasar, se estrellaron contra los innumerables palos que el equipo gallego trajo consigo. ¿Cómo enjugar el lamento de esta nueva y humillante decapitación del honor del Barça? Ha sido difícil, pero siempre queda una tercera parte, y ésta se produjo en Amsterdam, que es de donde bebe el fútbol de la antigüedad el Fútbol Club Barcelona. Allí lavó su honor Messi, que llevó al equipo desde el abismo a la victoria, pero en el alma siguen estando las heridas que uno se cura, mientras están frescas, procurando impedir que le hablen de ellas.






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