domingo, 23 de noviembre de 2014

Los dos que se saludan

Cuando éramos chicos los aficionados creíamos que los rivales sólo se saludaban al principio de los partidos, por el protocolo. Creíamos que sólo se llevaban bien los dos capitanes rivales, pues se daban la mano ante los árbitros. Eso debía ser, pensábamos, porque estaban obligados… Pero luego la lucha iba a ser sin cuartel, casi de bandoleros sobre la cancha. Por esa regla de tres terminamos creyendo que Di Stéfano y Kubala no eran amigos. Y eran dos amigos entrañables, que se desearon el bien en la cancha y más allá.


Yo soy tan barcelonista como es madridista Tomás Roncero; yo también quiero que mi rival pierda hasta en los entrenamientos. Esa es una afectación infantil de la esencia del aficionado. Pero, hablando en serio, debo decir que la presencia de Cristiano Ronaldo en el campo me maravilla cada vez más por el impacto de fuerza y de calidad que ha logrado aunar.


Messi me parece lo mismo, pero un poco más. Incluso en las imperfecciones (cierta actitud tristona que ahora viene rectificando) me parece un signo camusiano de nobleza, un rasgo que los futbolistas se ganan ante la afición incluso cuando están mal. Los considero, pues, iguales en la gloria y en la historia. Así que cuando vi que se saludaban con afecto en un túnel de vestuarios encontré que al fin podrían ser amigos, el día en que fueran recuerdo para los adolescentes de hoy, como lo fueron para nosotros y para la historia Kubala y Di Stéfano.






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