Lo dijo Marcos López en el Carrusel de la SER. El gol con el que Messi igualó a Telmo Zarra es de museo; perfecto, medido, una respiración caliente del mejor fútbol. Se podría concebir este gol de récord de cualquier manera, con tal de que entrara. Pero Messi lo controló estéticamente como si fuera a estar, exactamente, entre los grandes tantos de la historia, los de Di Stéfano, de Romario, los de los Ronaldo, aquel de Evaristo con el que aún soñamos los aficionados del Barça.
Este disparo marca historia, pero resume una historia: la exigencia que se impone este importante futbolista, dignísimo seguidor argentino de los mejores del siglo XX y del siglo XXI. El Barça lo amparó; fue otro equipo, distinto, más audaz y más alegre. Trabajó como si ya supiera que sólo el rigor alimenta la intuición. Como si festejara, antes y después, ese gol que es de museo. El segundo, con el que superó a Zarra, fue un típico gol de Messi. Messi ya es de museo. Y hubo un tercero, una fiesta.
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