Ahora mismo ni siquiera los Sixers parecen peores que los Pistons . Los Knicks han perdido nueve partidos seguidos y están 4-19. Los Sixers han ganado dos partidos, de alguna manera, y están 2-18. Los Pistons, en medio, están 3-19… con 13 derrotas seguidas. Y eso que han jugado mucho en casa (2-11). Da lo mismo: nada funciona en la MoTown y Stan Van Gundy, reclutado a precio de oro para ocuparse del despacho y los banquillos, está nervioso: “no soy una persona ni paciente ni comprensiva”. Le toca serlo: en su carrera nunca ha entrenado a un equipo que haya cerrado una temporada con balance perdedor ni fuera de los playoffs. Así que la experiencia es nueva para él.
Sus Pistons, después de otro inicio pésimo y de estar 17 abajo, convirtieron un 62-76 en la apertura del último cuarto en un 77-81 con más de siete minutos por delante. Entonces les cayeron encima dos canastas de LaMarcus Aldridge y un triple de Lillard y el partido saltó definitivamente por los aires. Los Blazers ganaron, están 17-4 igualados en el segundo puesto del Oeste y, como en el Madison, sacaron adelante un partido que se puso difícil gracias a las canastas decisivas de Aldridge.
El ala-pívot, embalado hacia el All Star, terminó con 23 puntos y 11 rebotes y terminó el partido con 11.347 puntos con la camiseta de los Blazers (desde 2006). Adelantó a Terry Porter y queda ya sólo por detrás de Clyde Drexler. Porter y Drexler, el backcourt de los enormes Blazers que entre 1990 y 1992 jugaron dos finales de la NBA, una contra los Bulls de Michael Jordan… y otra contra los Pistons. Así que este partido, cuesta darse cuenta ahora, fue la reedición de la final de 1990 que ganaron los Bad Boys (4-1). Precisamente poco antes y poco después de esa era dorada de los Pistons, la franquicia perdió dos veces catorce partidos seguidos. Ahora lleva 13: la marca negativa está por lo tanto muy cerca.
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