A Zubizarreta le empiezan a fallar los apoyos en la sala de juntas. Pesa más la lesión de Vermaelen y el papel de Douglas (dos temas que están por demostrar que le corresponden al cien por cien a él) que valorar su capacidad para gestionar el relevo de Guardiola, sobreponerse a la tragedia que afectó al equipo con Vilanova, fichar a Suárez y sustituir a Víctor Valdés. Se puede discutir el debe y el haber de Zubi, pero de puertas adentro, al director deportivo se le ve como un lastre y una mala compañía de cara a un año electoral. Zubi lo sabe y se irá como llegó, con elegancia.
El gran apoyo de Zubi siempre fue Bartomeu, con el que se entendió de maravilla cuando el hoy presidente era vicepresidente deportivo. Ahora, el presidente no puede aguantar más el asedio de una junta y de un director general que le piden la cabeza del director deportivo para poder presentarse con la cara lavada a unos nuevos comicios.
Hace un año, costaba encontrar un directivo que criticara al Zubizarreta. A día de hoy, cuando ya el vasco ha hecho todo el trabajo sucio que le encomendaron y que nadie quería hacer (desde dar la baja a Abidal a comunicar a Corbella que le prejubilaban) no hay un solo directivo que le defienda. Todo es culpa suya y se ha abierto la veda en los medios. Zubizarreta se irá de un Barça que cuya política deportiva inmediata depende de una sentencia del TAS sobre un error que se gestó con Bartomeu como vicepresidente deportivo.
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