miércoles, 18 de marzo de 2015

Pep Guardiola demostró que ‘és més que un soci’

Pep Guardiola entró por la puerta 13 con lo más cercano de su familia y se dispuso a ver a su familia jugar al fútbol. Su familia es el Barça, aunque ahora anda prestado en el extranjero. Dijo anoche Marcos López en Carrusel algo que pasó cuando Pep se hizo adivino: Parece que el barcelonista más legendario desde Cruyff le dijo a Xavi, que también va para leyenda, que ellos dos iban a sentarse en la grada para ver cómo los desbancaba un muchacho que venía pisando el acelerador de la historia. Ese chico era Iniesta, que anoche estaba en el campo, con Xavi aún vigente. Desde la grada, al lado de su padre, el hombre que hizo al nuevo Barça contempló que su herencia sigue intacta. No fue un partido más: fue un partido para Guardiola, que para eso es más que un socio.


El rostro del entrenador del Bayern cuando Messi hizo uno de sus enésimos ensayos de arte en el campo no fue ni el de un entrenador ni el de un jugador, y tampoco fue el de un socio en sentido estricto: fue la consecuencia de un asombro, que es lo que los aficionados muestran cuando aman el fútbol y tienen conciencia de quién lo sabe hacer. Messi es una leyenda viva del fútbol contemporáneo, fue ejercido para actuar así por este hombre que estaba sentado ayer cerca de la puerta 13 y su alegría, es decir su manera de ver a Messi, era la expresión de un orgullo.


És més que un soci, Guardiola. Este partido seguramente hubiera sido igual que cualquier otro buen partido del Barcelona. Fue hecho por él, pues este es su sistema, con algunos arreglos de Luis Enrique, y este es en lo más básico su equipo. Verlo jugar era, para los aficionados corrientes como yo, ver al Barça que queremos; pero para Guardiola era probablemente lo que para Picasso ver, al final de una sesión de pintura, el cuadro que quiso.


Ignoro, como es natural, si los que estaban en el campo, los jugadores del Barcelona, tenían en la mente la figura y la historia de aquel que les estaba mirando. Probablemente no tenían otra cosa que hacer que jugar; pero para los que vimos a Guardiola expresar asombro y ganas, comportarse por tanto como un socio, esos ratos que nos deparó la cámara con su retrato en primer plano son parte de la memoria concreta y viva del hombre que hizo al Barcelona de hoy. Es difícil saber si este fue en algunos momentos peor que lo que él concibió, pero parecía que todos estaban tratando de aprobar su examen.


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