Suena a disparate pensar que el título de MotoGP se le pudiera escapar a Marc Márquez este año. Su temporada, sin duda, es acreedora del galardón y es más que posible que lo remate este mismo domingo en Japón… pero tiene que hacerlo. Admito que tal reflexión puede sonar a perogrullada, aunque quizá lo sea menos de lo que parece. Se han visto tantas cosas extrañas en la historia de las carreras que es conveniente que los aspirantes no bajen la guardia hasta que el título no quede amarrado matemáticamente. En el caso que nos ocupa sólo una caída con lesión podría apartar al ilerdense de su objetivo, pero es que precisamente en este deporte esa posibilidad es todo menos remota. El campeón vigente debe mantener la cabeza fría hasta que la renovación de su corona se materialice.
Marc lo sabe y así lo ha dicho antes de afrontar tan trascendental compromiso. Aunque le gustaría finiquitar el título en el circuito de su marca, Honda, se lo tomará como un gran premio más e intentará evitar que la presión le juegue una mala pasada. Critiqué su exceso de atrevimiento con lo ocurrido en MotorLand y supongo que, como él mismo también ha señalado, habrá aprendido la lección. En su momento habló de comodines que se podía permitir el lujo de utilizar gracias a la ventaja de puntos que le otorgó su impresionante arranque de Mundial, pero parece evidente que ha llegado el momento de evitar tentar más a la suerte. Complicarse la vida sin necesidad me parecería impropio de un piloto de su inteligencia y estoy convencido de que no lo hará, especialmente considerando que él es quien tiene mucho que perder y sus rivales, por el contrario, todo que ganar, así que juega en clara desventaja en ese sentido. Veremos cómo gestiona el reto.
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