Mazic no tuvo problemas con la dirección del juego. Estuvo siempre cerca de la jugada, aunque en algún fuera de juego le fallaron los asistentes. Un árbitro de 41 años y en la recta final de su carrera debe aspirar a algo más en estos partidos de Champions. Eso se consigue dándolo todo en el campo, sancionando las acciones punibles con tarjetas y sabiendo distinguir entre las entradas viriles y las punibles. Ahí se equivocó bastante.
Se vio que Ramos buscó la amarilla, aunque creo que fue mal aconsejado o se precipitó en hacer varias entradas seguidas en la primera parte hasta ver la cartulina. En el minuto 56 sacó la mano de paseo dentro del área e interceptó la trayectoria del balón. Esa jugada catalogó al árbitro, que no señaló el correspondiente penalti ni le sacó, por tanto, la segunda amarilla y por consiguiente la roja. Esto le hubiese supuesto un partido de sanción además de no perder las tarjetas para cumplir el ciclo. El fútbol es para listos y un agarrón persistente en los últimos minutos es suficiente para ver la tarjeta.
Previo. Anteriormente le reclamaron al árbitro serbio dos penaltis por sendas manos. Una de Cristiano y otra de Frei, pero en ambos casos los jugadores tenían el brazo pegado al cuerpo y esas dos jugadas no eran para señalar nada. Ahí acertó el colegiado. Lo que sí existió fue un poco de dureza por parte de los defensas del Basilea. Sobre todo Schar y Suchy. El primero mereció la segunda tarjeta tras una fea entrada a Benzema. Coentrao tampoco estuvo fino con una entrada a González a la altura del estómago. Esto también fue en contra de la actuación de Mazic, que no se puede contagiar de un partido que tampoco ofreció gran juego. Desperdició un gran partido para lucirse.
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