Hace 35 años que el Atleti no pierde una eliminatoria europea con un equipo alemán, y la última vez que perdió 1-0 en la ida remontó en el Calderón y fue ante el Schalke. Estos caminos y otros nos conducen a la remontada, aunque los antecedentes inmediatos no son tan gratos. El Leverkusen ha encadenado cinco victorias seguidas y el Atlético, tres empates. Los de Roger Schmidt recuperan al turco Toprak, sancionado en la ida, y los de Simeone pierden por sanción a Tiago y a Godín, que es un hombre clave para entender la reciente y triunfal historia rojiblanca. Así que para desnivelar una balanza que a priori se presenta al cincuenta por ciento, hace falta el pulmón de la hinchada.
La temporada pasada la clasificación para la final llegó tras dos noches memorables, donde el público del Calderón expresó con su corazón y su grito la fuerza de su sentimiento. Ese que les ha hecho especialmente resistentes al desánimo y los contratiempos. Que sus jugadores sean capaces de inflarse de moral, y no de ansiedad, depende también de Simeone, al que le encanta manejar situaciones como éstas. El Atleti se encuentra ante un partido decisivo en casa y con su gente. Y eso es tener mucho a favor, también frente a los alemanes.
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