viernes, 13 de marzo de 2015

Caso Osasuna como fin de los amaños

Hay unos señores de Osasuna que están en la cárcel, o han pasado por ella hasta pagar fianza, o al menos han sufrido el ominoso trámite de la comisaría para declarar sobre algo infamante. Un amigo navarro me decía: “No han hecho nada que no hayan hecho muchos otros”. Y es verdad. Pero lo han hecho, y esa es la causa de que les esté pasando lo que les está pasando. Y lo han hecho después de que el fraude deportivo haya sido incluido en el Código Penal, feliz iniciativa que en su día llevó adelante Jaime Lissavetzky y que ahora culmina Tebas, bien respaldado por Cardenal. El mundo tiende a mejorar.


Yo siento lo que les pasa a los que les pasa. Lo siento tanto que no incluyo aquí sus nombres, muy conocidos por otra parte. Prefiero no añadir mi gotita de escarnio. Aprendí de mi padre que hay que odiar el delito y compadecer al delincuente, expresión que tengo entendido echó a rodar al mundo Concepción Arenal. Yendo más atrás, se supone que todo mal procede de la ignorancia. En todo caso, estos hicieron algo mal hecho. Que otros lo hicieran antes no es una eximente. Quizá lo hicieron cuando sólo era una sinvergonzonada, no un delito. O no les pillaron. O sí: hay un Levante-Zaragoza encausado.


Lo que se gana con esto, y sobre el dolor de cautivos y escarnecidos, es el empuje hacia algo mejor. De siempre se han amañado partidos (tampoco muchísimos, digamos que un buen cinco por ciento, en mi estimación a ojo de buen cubero) y tal cosa se miraba con fatalismo, como algo inevitable. En verano hace calor, en otoño llueve, en invierno hace frío y en primavera se amañan partidos en la frontera de ascensos y descensos. Desde luego, a Villar, futbolista al fin y al cabo, nunca le vimos alterarse por eso. Bueno, pues ahora se acaba, porque hay instrumento y Tebas lo utiliza. Mejor para el fútbol.






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